La instructora lo invita a recostarse. Lo cubre con una
manta. Tapa sus ojos con un pañuelo. La música celta invita a relajar el
cuerpo. Y el alma.
El viajero comienza a sentir algo que semeja a una danza de
vibraciones. Como si su cuerpo fuera una caja de resonancias.
En ese momento siente un cierto deleite que asoma sobre la
experiencia siempre anónima contra ese fondo abovedado que emerge al cerrar los
ojos.
En algún momento el viajero comienza a dormitar. Se percata
de eso debido una intensa e involuntaria exhalación de aire.
Entonces piensa (le gusta pensar) que en esa bocanada
despide parte de los pesares que lo atormentan.
La respiración profunda y angustiosa acompaña esa idea. Le
gusta pensar que cada exhalación es la expiación de una vieja angustia
contenida. Aunque quisiera, no alcanza a llorar.
Piensa ahora que dentro de él existe un ser que lo atormenta
desde épocas remotas. Una especie de alter ego que entonces habría que exorcizar.
Recuerda la película “El exorcista”, pero enseguida advierte que la concepción
de estar poseído por un demonio no caza con las disciplinas espirituales. Pero igual
se ilusiona pensando en la idea de que eso es posible. Matar a ese demonio
interior para liberarse y comenzar a ser.
La música celta sigue penetrando la atmósfera. Mientras el
viajero continúa esa extraña excursión que amalgama sensaciones, sentimientos y
pensamientos.
Como si la metáfora de las capas concéntricas del ser fuera
cierta, de pronto advierte que ha llegado a un estrato más profundo y
primitivo. Entonces siente y piensa que
el fondo de su angustia es realmente el horror de la vida. Se siente como un
niño frágil y huérfano habitado por la lucidez de quien ha decidido dejar de auto-engañarse.
Siente de cerca la fría daga de la angustia del existir.
Una extraña certeza le hace comprender la dimensión de su
infierno. Infierno que es la sombra que lo ha perseguido desde tiempos inmemoriales.
Infierno que la música celta ya no puede deshacer.
Viajero de las tinieblas perdido en los extraños laberintos
del alma.