viernes, 31 de enero de 2014

Frases salvajes


El deseo de vivir puede ser la medida del infierno que se está dispuesto a soportar.

¿Por qué llamar síntoma a algo que dura casi toda la vida?

Ya no creo en la utilidad del sufrimiento. El sufrimiento es la simple prueba de que algo siempre ha andado mal.

A pesar de sus hechizos y sus sortilegios, la naturaleza y la vida me parecen simplemente horrorosas. No se trata de negar las innumerables bellezas de la vida sino destacar que estructuralmente hay algo cruel y atroz. Inexorablemente debemos envejecer y morir. No estamos exentos de dolores del cuerpo ni del alma. La vida puede tornarse una pesadilla insoportable que, indefinidamente, puede seguir empeorando. Demasiadas evidencias para un único error multiplicado millones de veces.

El suicidio asistido debería ser una opción básica para quien sencillamente ya no desea vivir. Quien quiera vivir, que viva. Quien quiera morir, ¿por qué no dejarlo en paz?

La vida es una pesadilla agobiante de la que nunca terminamos de despertar.

Es cierto: los sueños puede realizarse. Tanto como los peores miedos y pesadillas. Lo último suele ser más frecuente que lo primero. Lamentablemente.

Qué gran desatino cósmico: tanto universo para una minúscula y fugaz conciencia sintiente y sufriente!

miércoles, 29 de enero de 2014

Escritura con sonidos binaurales.

Dejar la mente en blanco en busca del sonido imposible. Vagar por los desiertos en noches de tormenta. Buscar la efigie oculta detrás de la sombra. Ir y venir en cadenas incesantes. Hebras de pasiones irredentas. Vientos despiadados. Mirar hacia el sur. El sur oculto tras los sueños de niños. Espumas del mar deslizándose por pliegues de arenas. De pronto una inesperada paz puede cobijarnos. Una paz sin forma. Un eco de algún perfume olvidado. Un sonido que se transmuta en perfume. Un perfume que se transmuta en pura emoción. Deslizarse por los bordes de lo intenso y lo azul. Azul que brota desde el corazón solitario. El testigo mira y calla. El testigo es solo oído y mirada. El testigo no tiene palabras. No tiene voz. Es puro sentir, tras los bordes de las cosas. 

La máscara

Alguna vez fuimos pura transparencia. Pura expresión sin máscaras. Sin muros.
Un día comenzamos a bosquejar esa coraza. A proyectarnos desde afuera. Comenzamos el vano ejercicio de jugar a ser otro.
Luego las máscaras fueron cambiando. Y nos extraviamos detrás de ellas.
Necesitábamos por fin ser alguien. Pero desconocíamos el costo de tamaña aventura.
Disfraces de adultos que alguna vez elegimos inadvertidamente. Disfraces que fueron talismanes y refugios. Disfraces que fueron murallas y cárceles.
Cuando se acerque el momento definitivo ya no sabremos qué quedó de nosotros más allá de las formidables y evanescentes imágenes. Fantasmas en que nos fuimos perdiendo para siempre.